Es peligroso como actúas, no sólo por los riesgos que conllevan tus acciones esporádicas, fugaces, dotadas de una espontaneidad meticulosa, fruto del más estudiado plan de juego; también es peligroso para tu corazón. Sí, ese al que apartaste a un último plano en cuestiones del alma, ese al que ya no prestas atención... porque en realidad no tiene nada que decirte.
Hace mucho que callaste y decidiste actuar para contestar a esas preguntas. Te has visto durante años como víctima de una feminidad descontrolada, y un día decidiste ser tú el verdugo.
Ya no te prestas a deseos que se hacían órdenes, que abusaban de tu confianza, de tu seso, de tí... ya no. Ahora es diferente, es una venganza lenta, pero efectiva. Vas devolviendo, a esas que tanto te quitaron, un poco de la misma receta: haces daño a quien te hizo daño. Sólo que ahora se ve diferente, como un anhelo de esa felicidad perdida, como si en el fondo todo estuviera justificado.
"Mis actos son mis actos y no le hago daño a nadie".
Pero, ¿no te lo haces a tí mismo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario